A primera vista, la temporada 2025 se perfila como un éxito rotundo para la agricultura rusa. La Unión Rusa de la Papa pronostica una cosecha de casi 7.5 a 8 millones de toneladas, un aumento significativo respecto a los 7.3 millones de toneladas del año anterior. Sin embargo, para los agricultores, esta cosecha récord revela una historia de peligro financiero y un fracaso sistémico. La situación en el óblast de Rostov es un microcosmos de un problema nacional: un ciclo destructivo de auge y caída que pone en peligro la estabilidad de todo el sector.

La montaña rusa de los precios y sus consecuencias

La raíz del problema reside en la extrema volatilidad de los precios. Tras un déficit de 1.3 millones de toneladas en 2024, que disparó los precios al por menor hasta un 92 % y cuadriplicó los volúmenes de importación, el mercado ha experimentado un giro inverso. A finales de septiembre de 2025, los precios al por mayor se desplomaron a un promedio de 12 RUB/kg, con informes de ventas de tan solo 11-12 RUB/kg en la explotación. Para muchos agricultores, esta cifra está muy por debajo del coste de producción declarado de aproximadamente 20 RUB/kg, lo que les obliga a operar con pérdidas significativas.

Este desplome de precios tiene un coste humano y operativo directo. Como señala la propia Unión de la Papa, varios productores abandonaron el mercado durante la temporada 2024/25 debido a los bajos precios. Un agricultor de la región de Kostromá, Alexander Lazutin, lamentó que las cosechas récord de 2023 provocaran un desplome del mercado, dejando a los productores de papa con dificultades para sobrevivir. Destacó un punto crítico: un aumento del 32 % en los costes laborales en dos años, sumado a lo que muchos describen como un apoyo estatal insuficiente e inaccesible.

Más allá de la sobreproducción: el papel de la calidad y las importaciones

Si bien la sobreproducción es un chivo expiatorio común, los agricultores de Rostov señalan factores más sutiles. Nikolay Yuzefov, jefe de explotación local, argumenta que los bajos precios no se deben únicamente a los altos volúmenes, sino también a la mala calidad. Las lluvias persistentes provocaron una infección generalizada de sarna, lo que dejó una parte significativa de la cosecha inservible para el almacenamiento. Esta patata enferma se está tirando al mercado, lo que ha hecho bajar los precios para todos.

Este problema se agrava por el momento de las importaciones. Para abordar el déficit de la primavera de 2025, Rusia importó una cifra récord de 850,000 toneladas de patatas, principalmente de Egipto. Sin embargo, los agricultores alegan que este producto importado inundó las cadenas de supermercados precisamente cuando las cosechas tempranas nacionales de regiones como Rostov y Krasnodar estaban listas para el mercado. Esto limitó el precio para los productores locales, impidiéndoles recuperar su inversión y creando una dependencia del suministro extranjero que socava la soberanía alimentaria nacional.

Un llamado a mejorar las previsiones y la infraestructura

Las quejas se extienden a las previsiones de mercado y la infraestructura. Los agricultores critican los métodos oficiales de recopilación de datos de rendimiento por ser demasiado simplistas y estar desconectados de la realidad práctica, como las pérdidas poscosecha y las enfermedades. Exigen una planificación más detallada y basada en la evidencia, que incluya la consulta directa con las explotaciones.

Además, la falta de inversión en almacenamiento moderno, certificación de semillas y coordinación de la cadena de suministro es evidente. Yuzefov señala que, si bien su finca analiza rigurosamente las semillas para detectar nematodos y virus, muchos pequeños agricultores no pueden permitírselo, lo que resulta en bajos rendimientos y una mayor propagación de enfermedades. Los predecibles aumentos estacionales en los precios del combustible añaden un factor adicional de imprevisibilidad en los costos, lo que reduce aún más la rentabilidad.

El mercado ruso de la papa está atrapado en un ciclo volátil que no beneficia ni al productor ni al consumidor. El modelo actual, caracterizado por políticas de importación reactivas, un apoyo de precios inadecuado y la falta de inversión en infraestructura de calidad y previsión, es insostenible. Las cifras récord de cosechas carecen de sentido si llevan a la ruina a los agricultores que las cultivan. Lograr una verdadera estabilidad requiere un cambio estratégico hacia la construcción de un sistema más resiliente, que priorice la planificación a largo plazo, una gestión robusta de las enfermedades, un acceso justo al mercado para los productores nacionales e inversiones que reduzcan el costo real de producción. Sin estos cambios sistémicos, el espectro de la escasez y los precios al consumidor exorbitantes seguirá acechando cada pocas temporadas.