La historia de la humilde papa, un cultivo que hoy se cultiva y se consume en todo el mundo, comenzó hace más de 8,000 años en las tierras altas que rodean el lago Titicaca en Perú. A una altitud de 3,800 metros, el pueblo inca fue uno de los primeros en cultivar este extraordinario cultivo y desarrolló métodos para preservarlo en condiciones difíciles. Hoy, la relación de Perú con la papa es más profunda que nunca, y agricultores como Rosa Cansaya, de la isla de Amantani, continúan las tradiciones de sus antepasados.
Para Cansaya, las patatas son más que una fuente de alimento: representan una forma de vida. Cultivando en terrazas sin productos químicos ni pesticidas, cultiva cuatro variedades de patatas durante todo el año, recurriendo a fertilizantes naturales como el estiércol de oveja. Las patatas han sido durante mucho tiempo un alimento básico en Perú y siguen siendo uno de los cultivos más consumidos en el mundo, solo superado por el arroz y el trigo. Es importante destacar que también son respetuosas con el clima, ya que producen menos emisiones de gases de efecto invernadero que muchos otros cultivos básicos.
Perú cuenta con más de 4,000 variedades de papas nativas, cada una con su historia, sabor, forma y color únicos. Entre ellas se encuentran las vibrantes peruana, que lleva los tonos rojos y blancos de la bandera peruana, y el amargo Kanchillo variedad, lo que demuestra la notable biodiversidad que se encuentra en los Andes. La comunidad quechua, a la que pertenece Cansaya, celebra esta diversidad preparando papas de formas tradicionales, como el uso de hornos de piedra (llamados huatía) e incluso combinando patatas con una arcilla especial (chaco) para tratar dolencias estomacales.
La importancia de la papa en Perú va más allá de su significado cultural. El cultivo jugó un papel clave en la supervivencia y expansión del Imperio Inca, proporcionando nutrición a grandes ciudades y ejércitos. Los conquistadores españoles quedaron tan impresionados por la resistencia y el valor nutricional de la papa que la introdujeron en Europa en el siglo XVI. Con el tiempo, la papa se volvió fundamental para la seguridad alimentaria mundial, especialmente en tiempos de guerra y hambruna, e incluso contribuyó al inicio de la Revolución Industrial al proporcionar una fuente confiable de alimentos para la clase trabajadora de Europa.
Sin embargo, el futuro de la papa en Perú está ahora amenazado. Los agricultores han enfrentado desafíos derivados de patrones climáticos cada vez más erráticos, que incluyen temperaturas más frías, heladas y reducción de las precipitaciones. Estos problemas se ven exacerbados por el cambio climático, que afecta los rendimientos de la papa y amenaza la biodiversidad de este cultivo vital. Organizaciones como el Centro Internacional de la Papa (CIP) en Lima y el Cité Papa (Centro de Innovación en Tecnología de la Papa y Cultivos Andinos) están trabajando para combatir estos desafíos. Las iniciativas incluyen la protección de variedades de papa en peligro de extinción introduciéndolas en nuevos mercados y el desarrollo de razas de papa más fuertes y resilientes que puedan soportar las presiones climáticas.
El consumo de papa en Perú también ha fluctuado a lo largo de los años. En la década de 1960, el peruano promedio consumía 120 kg de papas al año. En la década de 1990, esta cifra había bajado a 35 kg por persona, ya que el arroz y la pasta se hicieron más populares. Sin embargo, a través de iniciativas como la Asociación Peruana para el Desarrollo Sostenible (Aders Perú), el consumo de papa ha vuelto a aumentar de manera constante, hasta alcanzar los 94 kg por persona en 2023.
Con más de 6 millones de toneladas de papas producidas anualmente, Perú es ahora el mayor productor de América Latina, superando tanto a Brasil como a Argentina. A pesar de este éxito, los agricultores peruanos enfrentan desafíos relacionados con la degradación del suelo, las plagas y los efectos impredecibles del cambio climático. Para abordar estos problemas, los científicos están desarrollando nuevas técnicas agrícolas, como las cámaras de cultivo modulares Fitotron que crean entornos controlados para la producción de papas libres de enfermedades. Estas tecnologías podrían permitir cosechas más frecuentes, reduciendo el ciclo de cultivo de una vez al año a hasta seis veces al año. Estas innovaciones podrían tener un profundo impacto, no solo en Perú sino también en regiones como África y China, donde las papas se están convirtiendo cada vez más en un cultivo alimentario clave.
Los esfuerzos de organizaciones como el CIP para congelar y almacenar semillas de papa garantizan que la rica biodiversidad del Perú se preserve para las generaciones futuras. Desde 1996, más de 450 variedades de papa se han almacenado en condiciones de congelación, lo que las protege de la extinción. Esto es un testimonio de la dedicación del Perú a la preservación de su patrimonio agrícola mientras mira hacia el futuro de la seguridad alimentaria mundial.
La relación de Perú con la papa es un ejemplo poderoso de cómo el patrimonio agrícola y la tecnología moderna pueden coexistir. Los esfuerzos del país por preservar miles de variedades nativas de papa y desarrollar técnicas agrícolas innovadoras resaltan la importancia de este cultivo para sustentar tanto a las comunidades locales como a la seguridad alimentaria mundial. Mientras el cambio climático continúa desafiando las prácticas agrícolas tradicionales, el compromiso de Perú con la protección de su biodiversidad agrícola sirve como modelo para el resto del mundo. A través de la persistencia, la innovación y el respeto por la tradición, las papas de Perú seguirán desempeñando un papel crucial en la alimentación de las generaciones futuras.